SEXTO AÑO



VISIONES SOBRE EL POPULISMO

Entrevista a la politóloga Gloria Álvarez (17 de abril de 2015, La Nación).

“Las características principales son un discurso que divide a la sociedad en dos: pueblo y antipueblo, donde el antipueblo toma diferentes formas como enemigos de la sociedad, pero por lo general ahí se inserta el empresario, el estudiante que no está a favor de lo que el gobierno propone, la parte de la sociedad que se ha pronunciado en contra de ciertas medidas económicas y sociales que va tomando el populista. Luego, con ese odio, con esa división de la sociedad que manejan desde la campaña, al llegar al poder utilizan ese mensaje para empezar a cambiar cosas dentro del sistema.
Vemos congresos cada vez más débiles, los diputados se vuelven compinches del Ejecutivo. Luego también sucede que el organismo judicial empieza a tener menos relevancia, los fiscales dejan de hacer su trabajo. Hay leyes de medios donde se controla la libertad de expresión, en los populismos más instalados los medios de comunicación son del gobierno, que los controla, entonces los medios te informan lo que los gobernantes quieren.
También se producen reformas constitucionales para postergarse en el ejecutivo, para hacer nuevos organismos que desde el PE controlen a la Justicia y ves restricciones económicas, estatizaciones, nacionalizaciones, se vuelve más difícil hacer negocios, empieza la inflación, la escasez debido a los precios topes. […]
Es que es muy cómodo venir y decir "no somos dictadura porque fuimos votados, a nosotros nos trajo el sufragio universal". Pero claro, democracia no significa llegar por vía democrática únicamente, todos los días debes comportarte como un demócrata. […]”

Nota sobre una conferencia de Eduardo Galeano  (12/05/2009)
[…] los procesos de cambio que se están dando en América Latina son "profundos", "diversos" y "hermosos" y resultan "bastante incomprensibles para el Norte del mundo".
"Hay una tradición de desprecio que proviene de la humillación colonial, que obliga a desconocer todo lo que en estas comarcas ocurre", aseguró el escritor.
Galeano subrayó que "la riqueza de los países del Norte tiene raíces históricas muy claras, proviene del robo y el saqueo" y describió el proceso de cambio venezolano como "fecundo", "creador" e "interesantísimo".
Junto con Galeano también participó en la charla el escritor venezolano Luis Britto García, […] quien que en "América Latina ya no es la misma, hay un cambio extraordinario" y apuntó que "cada pueblo está encontrando su vía específica".
Según el autor caraqueño, el cambio supone el paso de un mundo unipolar y dominado por la desigualdad a uno multipolar y que es, "en lo posible, igualitario".
Britto García destacó además que Venezuela es "el país con menos desigualdad social en América Latina, que es el continente que tiene mayor nivel de desigualdad social en el mundo" y agregó: "Estamos al borde de esa gran utopía".

Opinión de Marcos Aguinis (25/02/2015, La Nacion)
“[…]Otro golpe de Estado, el 4 de junio de 1943 -que dio lugar a una marchita "patriótica" que me obligaron a cantar en la escuela-, abrió las compuertas de otra opción: el populismo. Por ella votó la sociedad argentina el 24 de febrero de 1946. Se nutría con las consignas de justicia, revolución, nacionalismo y disciplina que Perón aprendió de Mussolini durante su permanencia en Italia. Junto a ellas se impuso el culto a la personalidad, el nepotismo, la corrupción, la lealtad por sobre el mérito y el debilitamiento de los límites que exige una república auténtica. Esta opción no pudo ser cambiada por la Revolución Libertadora de 1955. El populismo había infiltrado tanto a la cultura popular como a la ilustrada. Hasta los gobiernos militares fanáticamente antiperonistas lo asimilaron. De ahí que las democracias genuinamente progresistas de Frondizi e Illia no fueran entendidas ni apreciadas. Perón, con elocuente astucia, aseguró que en la Argentina hay muchos partidos políticos, pero peronistas son todos, es decir, populistas. Era verdad, porque seguía y sigue vigente la opción votada en 1946.
El populismo es oportunista y puede cambiar la piel de su ideología cuantas veces le convenga. Sólo le interesa el poder. Y para gozar de ese poder vale todo: el dinero, la corrupción, la mentira, los aprietes, ideas de derecha o izquierda, el soborno y la manipulación de la ley. Debe seducir al electorado, porque lo único que le queda de democracia es que el poder se gana mediante elecciones. Después vale todo. O "vamos por todo". Hasta la justicia es "legítima" si se arrodilla ante el presidente de turno. […]
El populismo convirtió a la Argentina en un país fracasado, como se dice sin anestesia en muchos lugares del mundo. Ha cambiado los pilares del trabajo, el ahorro, el esfuerzo y la decencia por los de la limosna, el consumo, el facilismo y la corrupción. Convirtió al maestro en un trabajador de la educación y al médico en un prestador de servicios, para dar sólo algunos ejemplos. La paradoja consiste en que la mayoría de nuestra población no está conforme con semejante modelo, anhela otra cosa y no consigue ser vigorosamente representada aún. […]

Artículo de Roberto A. Follari en El Historiador: “La falacia de la democracia parlamentaria como modelo irrebasable”

El del populismo es un tema complejo […]
Una de las cuestiones a plantear es por qué el populismo “vuelve” siempre en Latinoamérica, aun cuando muchos creíamos que las condiciones que lo habían posibilitado están agotadas. Ya sin espacio para burguesías nacionales relativamente autónomas, o para un mercado interno que pudiera protegerse del librecambio internacionalizado, parecía que las bases económicas para el populismo ya no existían.
Pero evidentemente, el fenómeno populista no es sólo económico, o no es sólo la superestructura política de una cierta específica condición económica. En ello, E.Laclau ha mostrado tener cierta razón: si bien él ha llevado demasiado lejos la comprensión de la política como fenómeno puramente discursivo, muestra convincentemente que lo político no puede ser reducido a lo económico. El populismo sigue entre nosotros –o vuelve en nuevo formato- aun cuando las condiciones económicas son muy otras que aquellas en las cuales tuvo su auge (Perón, L.Cárdenas, el primer Paz Estenssoro, Goulart, Velasco Ibarra).
Notoriamente, hay ciertas condiciones de lo cultural que permiten e impulsan el liderazgo personalista en Latinoamérica. Nuestros países no pasaron por el protestantismo con su insistencia en el albedrío y el destino individuales, sino por el catolicismo y su fuerte raigambre comunitario-paternalista: es éste un dato no menor en la constitución del imaginario acerca de lo político en nuestro subcontinente.
A su vez, hay otras condiciones que sí tienen que ver con lo económicosocial, y que pueden ser factores que cointervengan en ese sentido: tenemos en nuestros países a un amplio abanico de sectores sociales no ciudadanizados; los cuales por marginación, miseria, analfabetismo, etc. (factores no independientes entre sí, por supuesto), no participan en absoluto del acceso a los bienes y servicios que se supone son propios de quien está integrado a lo social. El resultado es esperable: por una parte, la expectativa de algún salvador que haga el milagro de salir de un golpe de la miseria y la exclusión; de tal modo, la aceptación de liderazgos unipersonales carismáticos. Por la otra, ningún apego por las formas republicanas establecidas: ellas se aparecen abstractas, resultan efectivamente ajenas, desconocidas en su funcionamiento, y evidenciadas como ineficaces para resolver los problemas cotidianos. Por ello, a estos grupos sociales tales formas institucionales no les importan en lo más mínimo; una condición muy diferente de la que acaece con las poblaciones muy mayoritariamente integradas y letradas que se encuentran en las sociedades del capitalismo avanzado de democracia parlamentaria.
Por otra parte, la debilidad de la sociedad civil en nuestros países, hace que el parlamento –tanto como el sistema político en su conjunto- pueda desligarse fácilmente de las ataduras que otros sistemas tienen frente a sociedades con mayor peso para presionar. Las instituciones del sistema político en Latinoamérica son fácilmente colonizadas por el capital y el consiguiente peso e influencia de los más poderosos, descuidándose así la necesidad de una legitimación relativamente universalista, que incluya a todos los sectores sociales.
Esto también colabora al descreimiento colectivo respecto de las formalidades de la democracia parlamentaria, las cuales no funcionan de igual manera que en sociedades que son menos polarizadas, y más escolarizadas. […]
Lo cierto es que el populismo, pasada su versión de los años setentas, ha mostrado que no hay modernización que le impida reaparecer –contra lo que se imaginó en tiempos del desarrollismo-; y, por cierto, que está muy lejos de ser “irracional” o siquiera “a-racional”, como plantean no pocos autores, de manera explícita o implícita. Llamar irracional al seguimiento carismático es sostener una noción perimida y mínima de lo racional, que limita esto a lo intencional-conciente; según esa versión sería racional sólo lo previamente “razonado”. […]
[…] (Estos líderes) a partir de una situación nacional especialmente antagónica, en un determinado momento aparecían como salvadores de la Nación, al ponerse por encima de las fracciones en pugna. Se trataba también de un liderazgo advertido como providencial, que podía –según el caso- ser conservador o progresivo. […]
[…] el populismo siempre incluye un enemigo “externo” a la Nación misma, y por ello, no necesariamente proviene de un antagonismo interno previo, aun cuando en muchos casos se dé este último fenómeno (caso de Perón en Argentina desde 1943 hasta llegar a la presidencia en 1945). […]
Por otra parte, los populismos no son expansivos; implican privilegiar al pueblo sobre las elites, pero no al propio pueblo por sobre los pueblos vecinos (o no tanto), como sucedió en el caso del nazismo.
Asumiendo, entonces, la inherencia del populismo a ciertas condiciones sociohistóricas que lo hacen muy predominantemente –aunque no exclusivamente- latinoamericano, y en todo caso propio del capitalismo periférico, está claro que ha habido populismos conservadores (el caso de Velasco Ibarra en Ecuador es preciso al respecto), y otros progresistas (en su tiempo, podemos agregar Torrijos a personajes como Cárdenas o Perón).
A su vez, el “populismo radical” al que ahora asistimos es inédito previamente: con referencias al “socialismo del siglo XXI” en Chávez, o a hermanarse con la figura del Che Guevara en el caso de Evo Morales, o al hablar de “socialismo” el día de la asunción como Correa, esta vez el populismo realmente existente mantiene la veta del liderazgo personal y el rechazo –no siempre explícito- a la mediación parlamentaria.
Pero en esta ocasión histórica tiene un tinte anticapitalista mucho más marcado que el de sus antecesores, los mejores de ellos reformadores al interior del capitalismo mismo. No por nada Condoleezza Rice ha hablado de los populismos radicales como el nuevo enemigo de los intereses estadounidenses en Latinoamérica.
Populismos que (a pesar de lo atacada que ha sido su denominación) constituyen modos definidos de asunción de los intereses de los sectores subordinados, efectivamente mayoritarios en sus respectivas sociedades. Los cuales –muy imperfectamente por cierto, pues las realidades sociales en las que se insertan distan de ser perfectas- son modos de ejercicio democrático mucho más genuinos que las sedicentes democracias parlamentarias, las que más de una vez son casi exclusivamente una cortina de legitimación de la explotación y la desigualdad social extremas.

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